Ramiro quiere un paquete
RAMIRO QUIERE UN PAQUETE
“¡Eres un irresponsable ... 16 años y eres un niño!", le gritó desesperadamente su padre.
- “Se te olvidó papá, enseñarme a llevar paquetes”, “¿Cuándo se contó conmigo en casa para algo? ¿Cuándo tuve que recoger a mis hermanos de la escuela?”.
- “Ayer mandaste al chofer a pagar mi colegiatura, y el mes pasado fuiste tú mismo, Se te olvidó papá dejarme pagar mi colegiatura”. “¿Cuándo tuve que lavar el coche los domingos?” “¿Cuándo tuve que arreglar el jardín y recoger la mesa y lustrar a diario mis zapatos?” “Quiero comprar calcetines rojos –aunque no le gusten a mamá- con el dinero que yo he ganado”, - contestó serenamente Ramiro a su padre.
Subiendo las escaleras de su casa, Ramiro se encontró a su madre de prisa porque salía a tomar un café con sus amigas, y viéndola arreglarse apuradamente, le comentó - “Mamá, quiero ir por la leche y por el pan”. “Y si no quiero, por qué no me mandas?” “Se te olvidó mandarme, mamá”, “¡Es más fácil que el chofer y las sirvientas hagan “bien” las cosas y sin riesgos, ¿verdad?!”
La madre lo veía en el espejo extrañada mientras se terminaba de pintar los ojos- “¿Por qué no te arriesgaste a dejarme llevar un paquete?” “¡Se te olvidó mamá, enseñarme a llevar paquetes!”. “¿Sabes? Creo que se te olvidó ensañarme a se hombre”. “Y a los 16 años se me caen de las manos”. “¡A . mi también me da vergüenza!”. “Fíjate que en el colegio nombraron a Roberto delegado del grupo. Dicen que él si tiene responsabilidad. El maestro de historia lo nombró coordinador de la excursión, recibe las cuotas y nos da los valores”. “Pero claro, ¡Roberto desde chico lava el coche de su casa, arregla el jardín y recoge a sus hermanos aunque llueva, tenga mucha tarea o mucha flojera”.
Dándose media vuelta, extrañado e inconforme, regresó a la biblioteca donde se encontraba su papá muy ocupado leyendo las noticias, absorto por los acontecimientos económicos y políticos, Ramiro se dirigió de nuevo hacia él con un sentimiento de vacío. –“Y a Ramiro, a tu hijo, lo dejaron sin paquetes”. “Dicen que no tengo responsabilidad”. “Se te olvidó papá enseñarme desde chico a cargar paquetes y llevarlos aunque lloviera o tuviera flojera” “Se te olvidó mandarme a fuerzas aunque yo no hubiera querido”. “Se te olvidó contar conmigo”. “No quisiste arriesgar poco a poco, ni me formaste una confianza gradual en mi mismo, ni me fuiste dando paquetes en la medida de mis mando de 9, 11 y 12 años, y a la fuerza de mis brazos de esas edades ...
Y de mi voluntad creciente se quedó raquítica. ¿Eres un niño?...”
“Por favor, papá, enseña a Arturo mi hermano de 8 años a llevar paquetes del Nº 8, a Adriana de 9, sus paquetes del Nº 9... y no tendrás que decirles: ¡Eres un irresponsable, 16 años encima y eres un niño...!” “ Y en un futuro, sabrán llevar paquetes del número 25, 40 y más grandes”.
El padre, cerrando el periódico y poniendo atención a lo que le decía su hijo Ramiro, lo miró fijamente; y antes de interrumpirlo, Ramiro prosiguió en su conversación:
“Dicen que son paquetes: la vida, la familia, el trabajo, la profesión y otros tantos paquetes tirados en la calle.... ¿Cuántos se cayeron de las manos con vergüenza? No se te olvide papá, de entrenar a ser hombre a Arturo y mujer a Adriana. Y no es tan fácil... No es sólo asuntos de paquetes...”
“Y tantos paquetes tirados en la calle...!” “Ya no te interrumpo más, papá, sigue leyendo tu periódico..., ¡Ah!, te aviso que mamá salió con sus amigas a tomar un café”.